La vida es muy linda, muy hermosa, muy preciosa, pero no todo puede ser color de rosa y sientes que se te escapa el espíritu cuando escuchas una de estas tres frases: «tenemos que hablar», «cámara, ya se la saben» y «no que te sentías muy lion».
La noticia sucede cuando una de las combis que circulan por las calles de México se detiene para recoger a un garufo que, en vez de subir al transporte, empezó a amenazar a la pipol que se encontraba bien a gusto pensando en los pedos de su vida y los que se venían echando los compañeros de viaje.
¡No, que te voy a provocar la morición si ahorita no me entregas todo, pero más rápido que en chinga!
Desgraciadamente, la gente, ante el hartazgo de no tener seguridad, opta por defenderse a sí misma, arriesgando la integridad de su persona, como los pasajeros de esta combi que, ante las amenazas, parecían esperar el momento justo, pero no para entregar las cosas o huir, sino para cobrar venganza y la justicia por propia mano.
Lejos de entregar las pertenencias, invitaban, provocaban al delincuente a que subiera más al transporte para encerrarlo, agarrarlo entre todos y darle su surtido rico y delicioso de dulces chingadazos.
Al final de cuentas, cuando vio que le movían el celular como a un perro el hueso, sintió que las cosas no saldrían como esperaba y antes de sentirse bien lión, se largó corriendo después de un madrazo que le dio un pasajero con su mochila llena de útiles del regreso a clases. Ya ves que esas mochilas con libros y cuadernos de escuela pública pesan lo mismo que una loza de cemento.
De tantas noticias que se han visto en los últimos años de pasajeros haciendo justicia por propia mano, ya los ladronzuelos saben que es muy pegriloso subir a la combi y estar rodeado de muchas personas en un espacio muy pequeño, por lo que prefieren hurtar desde la seguridad del piso y una salida rápida para cuando lo quieran agarrar de las greñas.